martes, 13 de julio de 2010

Ante la huelga de los trabajadores del Metro de Madrid, manifestamos:

El Gobierno autonómico ha mentido con descaro sobre la naturaleza laboral de quie­nes tra­bajan en el metro de la capital. Los asalariados del metro no son funcionarios, sino traba­ja­dores adscritos al Régimen General de la Seguridad Social. Así pues, el argu­mento de Espe­ranza Aguirre de estar afectados por el llamado «zapatazo» de Rodríguez Zapatero es una falacia. Los trabajadores del Metro tienen un compromiso de Convenio, adquirido en nego­ciación a cambio de otras reivindicaciones. Lo que pretende el Gobierno regional es incumplir nada menos que un Convenio Colectivo, hecho que no se había producido en España en los últimos ochenta años.
 
Prácticamente todos los medios de comunicación han cerrado filas en torno al Gobierno Autónomo de Madrid contra los trabajadores del Metro, calificándolos de «salvajes». Lo que apenas han reflejado es que la direc­ción de empresa se negó a negociar las prestaciones mínimas y quiso im­poner servicios no sólo del 50% e incluso del 60%, sino hasta del 80%. Es­to hubiera significado reventar la huelga y desnaturalizar un derecho fun­da­mental, el de huelga, que es lo que pretenden todos ellos, des­de la popular Esperanza Aguirre hasta sus adver­sarios político-mediá­ticos de la izquier­da «progresista» del PSOE.
 
Una vez más, constatamos que la gran prensa del régimen, desde pro­gresistas como La Sexta hasta neoconservadores como Inter­economía, con­­forman cuerpos de un único Ejército Represivo: los Medios de mani­pu­lación al servicio de la CEOE y el Banco de España. Sus campañas de men­tiras y terror tratan de confundir, amedrentar y, sobre todo, dividir y en­frentar a los traba­ja­dores entre sí para conse­guir el gran objetivo: un pueblo su­mi­so y dócil, entregado a soportar las exigencias cada vez más desa­fo­radas del Capital.
 
Ahora, los trabajadores del metro son un ejemplo de unidad y resistencia frente a las abu­sivas pretensiones de sus patrones (Comunidad Autóno­ma de Madrid) y las sucias maniobras de sus voceros y escribas mediá­ticos. Cuando se sobrepasan los límites y se violan tan abiertamente los compro­misos, en la respuesta no caben medias tintas. Cuando se va a la huelga, se va con todas las consecuencias, y se paraliza lo que haya que paralizar. La huelga de los trabajadores del metro es un ejemplo de lo que debe ser una huelga, y lo escanda­loso no es que un sector de trabajadores tenga el coraje de plantarse y defender sus bene­ficios sociales, sino que otros sec­tores sólo siguen siendo unos cobardes incapaces de hacer nada.