El Gobierno autonómico ha mentido con descaro sobre la naturaleza laboral de quienes trabajan en el metro de la capital. Los asalariados del metro no son funcionarios, sino trabajadores adscritos al Régimen General de la Seguridad Social. Así pues, el argumento de Esperanza Aguirre de estar afectados por el llamado «zapatazo» de Rodríguez Zapatero es una falacia. Los trabajadores del Metro tienen un compromiso de Convenio, adquirido en negociación a cambio de otras reivindicaciones. Lo que pretende el Gobierno regional es incumplir nada menos que un Convenio Colectivo, hecho que no se había producido en España en los últimos ochenta años.
Prácticamente todos los medios de comunicación han cerrado filas en torno al Gobierno Autónomo de Madrid contra los trabajadores del Metro, calificándolos de «salvajes». Lo que apenas han reflejado es que la dirección de empresa se negó a negociar las prestaciones mínimas y quiso imponer servicios no sólo del 50% e incluso del 60%, sino hasta del 80%. Esto hubiera significado reventar la huelga y desnaturalizar un derecho fundamental, el de huelga, que es lo que pretenden todos ellos, desde la popular Esperanza Aguirre hasta sus adversarios político-mediáticos de la izquierda «progresista» del PSOE.
Una vez más, constatamos que la gran prensa del régimen, desde progresistas como La Sexta hasta neoconservadores como Intereconomía, conforman cuerpos de un único Ejército Represivo: los Medios de manipulación al servicio de la CEOE y el Banco de España. Sus campañas de mentiras y terror tratan de confundir, amedrentar y, sobre todo, dividir y enfrentar a los trabajadores entre sí para conseguir el gran objetivo: un pueblo sumiso y dócil, entregado a soportar las exigencias cada vez más desaforadas del Capital.
Ahora, los trabajadores del metro son un ejemplo de unidad y resistencia frente a las abusivas pretensiones de sus patrones (Comunidad Autónoma de Madrid) y las sucias maniobras de sus voceros y escribas mediáticos. Cuando se sobrepasan los límites y se violan tan abiertamente los compromisos, en la respuesta no caben medias tintas. Cuando se va a la huelga, se va con todas las consecuencias, y se paraliza lo que haya que paralizar. La huelga de los trabajadores del metro es un ejemplo de lo que debe ser una huelga, y lo escandaloso no es que un sector de trabajadores tenga el coraje de plantarse y defender sus beneficios sociales, sino que otros sectores sólo siguen siendo unos cobardes incapaces de hacer nada.