martes, 31 de julio de 2012

La jugada de Occidente para acaparar la revolución contra Al Assad y manejar la «transición» siria: la herramienta de «Al Qaeda».


Otra vez la «Alianza Atlántica» y «Al Qaeda» en el mismo fregado:

Cualquier persona, espectador u oyente medianamente «enterado» de la re­belión o guerra civil desatada en Siria conoce que el Consejo Nacional Sirio no es el úni­co grupo opositor que combate a Basher Al Assad. Pues, para em­pezar, mientras los medios occidentales de difusión de masas, en la práctica, sólo citan a los por­tavoces del Consejo Nacional Sirio (CNS) como represen­tan­tes de los enemigos del régimen de Al Assad (o al Observatorio Sirio de Derechos Humanos para emitir no­ticias desfavorables al régimen), al mismo tiempo la administración Obama y los pro­pios medios vienen «ad­virtiendo» de la presencia de «grupos relacionados con Al Qaeda» entre las filas de los opositores al régimen.

Es cierto que en Siria, en medio del levantamiento contra Al Assad, han venido registrándose atentados contra templos cristianos y santuarios islá­micos (estig­matizados por los puritanos neosalafistas como chiítas -aunque también sirvan como referencia para muchos sunníes), ataques que han ser­vido al régimen para criminalizar como «sectaria» y «terrorista de Al Qaeda» a toda la oposición ar­mada que lo combate. La propaganda del po­der impe­rante en Siria utiliza el mismo pseudosilogismo globalizador que utilizaba Ben Alí, Mubaraq o Gadafi para condenar al conjunto de la oposición: «Al Qaeda está contra mí: luego todos los que están con­tra mí son socios de Al Qaeda».

Es decir, el mismo pseudosilogismo que ha venido lanzando la OTAN cada vez que ha estimado conveniente.

Pero si la propaganda atlantista no ha dejado nunca de emplear esta mis­ma cri­mi­nalización por «asociación enemiga simple»... ¿Acaso estas «adver­ten­cias» de la ad­ministración Obama y los medios de difusión occidentales supo­nen un súbito -y asombro­so- reconocimiento por parte de los propios gobier­nos de EEUU, Gran Bre­taña, Francia y España? ¿Acaso están admi­tiendo que, en esta guerra civil, vuelve la OTAN a ser aliada de Al Qaeda como lo fue en el pasado?

Claro que no.

Ya que, en primer lugar, esto nos lo lanzan como un «aviso» y no llega al nivel de alar­ma histérica empleada otras veces (la última, sin ir más lejos, para justi­ficar el apoyo a la invasión prevista de Mali del Norte: el «Nuevo Afganis­tán» según lo lla­ma el ministro García Margallo).

En segundo lugar, porque, en todo momento, los medios occidentales se re­fieren al Consejo Nacional Sirio y a las acciones del Ejército Libre Sirio como entes muy distintos de los elementos de Al Qae­da. Cuando se avisa de acti­vistas (reales o supuestos) de Al Qaeda, se les representa, poco me­nos, que como «infiltra­dos ex­traños» en las filas de la oposición, a la que -esta vez sí, y a diferencia de otras oca­siones- los gobiernos y «mass media» del «Primer Mundo» conceden generosa­mente el dere­cho a ser plural y la consideración de no ser condenada en bloque por culpa de las acciones y propósitos decla­rados de una de sus partes.

Y en tercer lugar porque la propaganda, cuando se dirige con cierto pre­do­minio hacia un sector, puede utilizar un rasero y el contrario según con­ven­ga, aprove­chando la incoherencia, la desmemoria, los prejuicios o el in­terés de sus recepto­res. Lo hemos visto con las de­nuncias de corrupción o despil­farro: lo que ayer, o allá, servía para atacar al adver­sario (por ejemplo, cons­truir un aeropuerto inútil en Ciudad Real) exactamente lo mismo, hoy, o aquí, no sirve para atacar a los suyos (construir otro aeropuerto igual o aún más inútil, pero en Castellón).

Es lo que tiene el famoso «doble rasero», mucho más escandaloso en la es­fera in­ternacional. Lo que ayer servía a la OTAN (cri­minalizar a las resis­ten­cias de Pales­tina, Afganistán, Iraq o Somalia por el sim­ple hecho de haber­se sumado Al Qaeda al bando anti-ocupante), hoy, justamente la mis­ma situa­ción no sirve para cri­minalizar a la OTAN, condenar la rebelión siria (o ayer la libia) apo­yada por EEUU, Gran Breta­ña, Fran­cia, Arabia Sau­dita o Qatar, o señalar al grupo de «Amigos de Siria» como «pa­tro­cina­dores de terro­ristas».

Qué posición tomar:

Ahora bien, desde el M-20 preguntamos a todos los anti-imperialistas, an­tisionis­tas y anti-sectarios de España o del extranjero:

¿Denunciar el doble rasero de Occidente con respecto a Siria y rechazar un pro­bable ataque otánico sobre su territorio (que es la «segunda posición», la que pide el Consejo Nacional Sirio y quiere Hilary Clinton) es sufi­ciente para considerar al régimen de Al As­sad como paladín de la soberanía y dig­nidad nacional, e incluso pre­sentar­lo como una referencia anti-imperia­lista?

¿Comprobar que, en efecto, Al Qaeda u otros elementos neosalafistas ac­túan en el mismo bando contrario al régimen que la oposición apoyada por la OTAN y las monarquías del Golfo, es motivo para alinearnos con Al Assad?

¿Hacernos eco de la comisión de ataques sectarios en Siria en medio del levanta­miento contra el régimen, admite que pongamos tales atentados en el mismo «sa­co» que las acciones armadas contra las instituciones del ré­gimen?

Porque si así hiciéramos (tomar la «primera posición»: apoyar al régi­men de Al As­sad) caeríamos en la misma dialéctica tramposa utilizada profusa­men­te por sionistas, im­perialistas y otros despotismos árabes para con­denar la re­sistencia palestina, la insurgencia iraquí o las oposiciones inter­nas: como Al Qaeda clama contra los sionistas... «Hamás e Hizbul'lah se alinean junto a Al Qaeda»; como Al Qaeda tam­bién operaba contra los yanquis en Iraq... «la in­surgencia iraquí y Al Qaeda forman el mismo ban­do»; como Al Qaeda se posi­cionaba contra las tiranías árabes... «An Nahda en Túnez, los Hermanos Mu­sulmanes en Egipto o la oposición a Saleh en Yemen son cómplices de Al Qae­da». La misma amalgama estigmatizadora -otra vez sin ir más lejos- que utiliza parte de la clase política española o los medios más afectos al régi­men alum­brado en la «Transi­ción» (y, cómo no, elementos de la extrema de­recha) para estig­mati­zar y con­vertir en extremistas y delincuen­tes a los espa­ñoles que vienen clamando desde el 15 de mayo del 2011 su indignación o su re­chazo al régimen que nos ha lleva­do al pre­cipicio para mayor benefi­cio de la cleptocracia imperante.

A poco que nos fijemos, no es difícil ver la jugada de las potencias occiden­tales en la re­volución protagonizada genuinamente por miles de sirios. Los occi­dentales nos pin­tan un pa­norama donde sólo existen dos grupos de oposi­ción: los «buenos» (el Consejo Nacional Sirio y el Ejército Libre) y los «ma­los» (Al Qaeda).

Con esta premisa, cualquier grupo que combata al régimen de Al Assad pero al mismo tiempo no se pliegue a las pautas marcadas por los imperia­listas occiden­tales, será puesto bajo sospecha y descalificado como «relacionado con Al Qaeda» o -una variante de lo mis­mo- «perseguidor de cristianos».

Por lo tanto, consideramos que la insistencia de no pocos antisionistas y anti-im­perialistas que -con la mejor intención del mundo, podemos supo­ner- han tomado partido adverso ha­cia la rebelión que trata de derribar a Al As­sad, y tienden a acusar, en bloque, a los re­bel­des sirios de neosalafistas o de persecución religiosa (sobre los cristianos, principal­mente, pues perseguir chiítas o ala­witas es mucho más tolerable para las masas occiden­tales), la insisten­cia -decimos- en denunciar la presencia de elementos de Al Qae­da, «islamistas» -no importa de qué clase e ideario- y enemigos de la Fe que ma­tan cristia­nos y des­truyen igle­sias... de ninguna forma -decimos- perjudica las posiciones de im­perialistas o sio­nistas, ni desa­credi­ta, en lo más mínimo, a EEUU o al Ente sionista, sino todo lo contrario.

La «primera vía» de los pro-Al Assad y la verdadera «segunda vía» de Occidente

Parece claro, pues, que Occidente patrocina a sus propios «opositores»: a los portavoces del CNS que citan sus medios, y que éstos (los «opositores ami­gos» o «demócratas») son muy diferentes a los matarifes de Al Qae­da (los «opo­sito­res radicales» o «locos»), que hacen «su propia guerra» y «aprove­chan la revuelta» para imponer sus siniestros planes de odio a la Libertad, a la Iglesia y al Capital (todo junto y revuelto, como gusta a Intereconomía).

Es decir, a diferencia de la propaganda occidental sobre Afganistán o Iraq, en la que cual­quier grupo de insurgencia era, mecánica­mente, liga­do con Al Qaeda u otros grupos secta­rios (sun­níes o chiitas), de forma que combatir la insur­gencia afgana o la de Iraq era sinó­nimo de «lucha contra los terroristas» o de «freno al sectarismo», en esta ocasión, pa­ra go­biernos y me­dios occiden­tales, la presencia de Al Qaeda u otros sectarios en las filas de la insurgencia siria no sería sinónimo de lo mismo, ya que su propaganda nos pinta ahora, enfrentados al mismo enemigo, a dos frentes con propósitos muy dis­tintos aunque aliados coyuntural­mente en una guerra.

Podemos comprender la «primera vía», postura generalizada en varios go­biernos his­pa­no­americanos y en no pocos antisio­nistas y anti-im­pe­ria­listas: la de apoyar a Al Assad como reacción mecánica no sólo ante la hostili­dad ma­nifiesta de los belicistas occidentales (hos­tilidad que incluye, cómo no, patrañas y ocultaciones propagandísticas) sino debido asi­mismo a otros dos motivos nada despreciables: en primer lugar, porque el régimen cuenta tam­bién como enemigos a los terroristas y sectarios que Occidente, pre­tendida­mente, ha venido comba­tiendo y por los cuales ha justificado agresiones, in­vasiones y ocupaciones; y en segundo lugar, porque el régi­men sirio ha sido un aliado de la República de Irán y ha cana­lizado a través suyo la ayuda ne­cesaria para mantener las resistencias libanesa (Hiz­bul'lah) y palestina (Ha­mas) ante el ocupante sionista. Pero precisamente porque la com­prende­mos no podemos aceptarla por reduccionista, por injusta, por miope y, sobre todo, por contra­producente.

Rechazamos la «primera vía» no sólo porque nos mete en un callejón sin sa­li­da, porque nos atrapa en un abrazo imbécil con un régimen opresor de su pro­pio pue­blo, intrínsecamente criminal y corrupto, contra el que se ha le­van­tado legítima­mente buena parte de la nación siria, sino porque es clara­mente in­coherente para quienes apostamos por la soberanía, li­bertad, justi­cia y dig­nidad de los pueblos.

Pero no sólo por eso: es que, además, el discurso preferido lan­zado por quie­nes pre­tenden «atacar» o «minar» la postura de las potencias atlan­tis­tas -ha­blar sólo de los ataques secta­rios y quedarse simplemente en que «los impe­rialistas occidentales son alia­dos de Al Qaeda por atacar al mismo ene­migo»- no sólo no lastima sino que, in­cluso, favorece la agenda in­terven­cionista de Occidente: preci­sa­mente pa­ra impedir que la revolución siria caiga en manos de los «radicales», sectarios o terroristas de Al Qaeda, habrá que aumentar la inter­vención y controlar abierta­mente, desde Wa­shing­ton, Londres y París, la revolución siria.

En resumen: entre más se insista, sin discriminar, en que tenemos grupos y figu­ras rebel­des que persiguen a los cristianos sirios o que están relacio­nados con Al Qaeda, más se es­tará fa­vo­reciendo la jugada de los imperialistas en im­poner su agenda de control de la revo­lución siria, y que el público vea a sus agen­tes del Consejo Nacional Si­rio como los únicos capaces de impedir que la Siria posterior a Basher Al Assad «caiga en manos de los radica­les». Ni si­quiera la acusación de la presencia de los «locos» de Al Qaeda en la rebelión siria supone el más mínimo alivio para la causa de Al Assad, más bien al con­trario: porque la misma resistencia de Al Assad a caer se percibe en Occi­den­te como una prolongación de una situación de «río revuel­to» donde los «pesca­dores» de Al Qaeda saquen ganancias.

Dónde quedan las necesidades estratégicas de la resistencia

Entendemos que Hizbul'lah y la República de Irán no puedan darle la es­pal­da a un aliado. La política internacional exige mantener unos compro­misos adquiridos y cuidar acuerdos es­tratégicos. Hizbul'lah e Irán son agentes se­rios y leales, y era lógico y natural haber apli­cado con los Al Assad la vieja ley del «enemigo de tu ene­migo es tu ami­go» -cuando se tiene al­go de con­sistencia, claro-. Nos ha­lla­mos en una partida a vida o muerte (millones de es­pañoles han empe­zado a comprobarlo en su vida diaria) y no pocas veces en cualquier lu­cha, por muy honesta que sea, se ha de bailar con la más fea. Pero ¿Acaso tenemos los di­sidentes españoles algún compro­miso con Al As­sad?

El derrumbe de este régimen abre las puertas a varias posibilidades. No nos vale la con­signa cobarde y necia de «más vale malo conocido que bueno por conocer», que sólo nos lle­va al descrédito y al derrotismo instalado en unos y otros. En Siria se ha abierto el cam­po, donde -es cierto- se espera que segui­rán actuando fuerzas nefastas como las pro-occi­­den­tales o las sectarias neo­sa­lafistas (de nuevo en «el mismo bando»), pero también muchos re­vo­lucio­na­rios sirios orgullosos por haber derribado un régimen opresor, y éstos son el mejor aval, pues no estarán dispuestos a permitir que su nación caiga en ma­nos secta­rias o pro-occidentales. Las resistencias libanesa y palestina en­con­trarán a sirios más afines en las filas de la revolución que en la represión. El apoyo presta­do por el régimen sirio no era más que una inercia diplomática estratégica, sin ánimo ni convicción, y con fe­cha de caducidad.

Contra el apoyo a la represión o a la intervención occidental: tercera vía
Frente a la tenaza de la «iraquización» o la sumisión a Occidente: tercera vía.

Entendemos que Occidente vuelve a utilizar la presencia de Al Qaeda y los aten­tados sec­tarios para justificar su intervencionismo. Aunque en el caso sirio la he­rramienta de Al Qaeda está siendo utilizada al revés de lo hecho anterior­mente en Afganis­tán o Iraq: si la propaganda atlantista ha ligado las insurgencias afgana e ira­quí con Al Qaeda para justificar su guerra contra tales insurgencias, ahora «advier­te» (y los apologistas de Al Assad le hacen la tarea gratis) de la presencia de sec­tarios y te­rroristas neosalafistas en la opo­sición para así «ayudar» a la propia in­surgencia a im­pedir que los «malos» ganen más terreno y tomen el mando.

No son pocas las personas convencidas de las maniobras de los servicios nortea­mericanos y sionistas para atizar las guerras interétnicas (curdo-árabe) y sectarias (sunní-chiíta) en Iraq para poder mantener la ocupación de este país. Con ello no só­lo lograban justificar la ocupación -«estos iraquíes se ma­tan en­tre ellos y no pode­mos dejarles solos»- sino consi­guieron romper la de­seada unidad de la resistencia frente al ocupante (la insurgencia se nu­tría por muchos sun­níes y asi­mismo por muchos chiítas -como tampoco fue­ron pocos los curdos-). De esta forma la nación ira­quí se vio atrapada en la tena­za del terrorismo sectario o la sumi­sión a Occi­dente (la última semana de julio ha sido escenario de la ola más san­grienta de atentados en dos años: más de cien víctimas mortales). No dudamos que Al Qae­da contribu­ye, de nuevo, como hizo en Iraq, a dividir y desviar las ener­gías de la rebe­lión. Pe­ro si muchos anti-imperialistas pudieron superar la falsa ecuación pro­pagandís­tica de Occi­dente -«Insurgencia = Al Qaeda»- contrarrestándola con la idea de que Al Qaeda, en ver­dad, estaba perjudicando la unidad de la resis­tencia y favoreciendo así a los EEUU ¿Por qué no superar también ahora la misma amalgama? ¿Por qué no insistir en la misma idea de que la actividad de Al Qae­da sólo sirve para justificar un mayor control de Occidente, ahora no contra la rebelión, sino junto a la rebelión?

Nuestra posición es la tercera: con los sirios oprimidos que luchan contra sus opre­so­res internos, al tiempo que denunciamos la «segunda vía» de Occi­dente y las monar­quías del Golfo: intervenir en Siria para controlar la revolu­ción en curso, y para eso requieren la exis­tencia de los «radicales», con obje­to de chantajear a los sirios que no acepten tutelas exte­riores y justificar una imposi­ción de sus «moderados» en una Siria que rompa con Irán, con la resistencia libanesa y palestina, y pase a alinearse con Occi­dente y las mo­narquías del Golfo.

No insistiremos más en los ataques de los grupos sectarios. Otros ya lo ha­cen, y, por lo general, no suelen hacerse eco de las maniobras propia­mente occidentales, como si lo úni­co que encontrasen achacable a los go­biernos y medios de difusión de Occidente fueran sus alianzas coyunturales con los puritanos neosalafistas. Algo similar a aquellas propagandas para­lelas de las fuerzas anticomunistas y antifas­cis­tas del siglo XX que, supuesta­mente, se re­clamaban también como «anticapita­listas» o «antiimperialistas», pero don­de, en definitiva, lo único que encontraban repro­chable en las po­tencias capi­ta­listas burguesas eran sus con­nivencias o entendi­mientos -reales o su­pues­tos- con países o figuras comu­nis­tas o fascistas. Nosotros tenemos claro quién es el mayor enemigo.

Destacamos a continuación la plantilla de agentes políticos sirios más im­portan­tes desti­nados a «promover la democracia» (la que le interesa a Occi­dente, por supuesto, ya que es la «única democracia real») y evitar que sa­quen provecho en Siria los «islamistas» o Al Qae­da (pues en Occidente se si­gue sin distinguir no ya churras de merinas, sino hipopótamos de coco­drilos por el simple hecho de bañarse en el río: todos los islamismos vienen a ser lo mismo, como para la mentali­dad de la derecha más antisocialista todo lo que no sea capi­talismo y estafa financiera es, más o menos, comunismo).

Éste es el papel que nos corresponde a quienes no queremos una Siria en manos de las po­tencias atlantistas: en primer lugar, no contribuir a una «ca­za de radica­les» o de «islamis­tas» de cualquier signo, que lo único que con­si­gue es desacredi­tar, poner bajo sospe­cha o criminalizar a todos los gru­pos de oposición siria no cipayos de Occiden­te; y en se­gundo lugar, de­nun­ciar a la «oposición moderada» patrocinada por Washington, Londres o París.

- Bassma Codmani

La más importante portavoz del CNS, una siriofrancesa (aunque a veces ha aparecido ni como siria ni como francesa) residente en París. Codmani es miembro del comité ejecutivo y jefa de asuntos exteriores del Consejo Nacional Sirio. «Ningún diálogo con el régimen gobernante es posible. Solo podemos discutir cómo proceder hacia un sistema político diferente», ha declarado. Es la que viene solicitando una intervención internacional, es decir, de la OTAN y la Liga Árabe.

En 2005, Codmani trabajaba para la Fundación Ford. En septiembre de ese año, Codmani fue nombrada directora ejecutiva de la Iniciativa de Reforma Árabe (IRA), un programa del famoso «lobby» estadounidense «Consejo de Relaciones Exteriores». Esta «Iniciativa» ha sido financiada también por el Centro por la Reforma Europea (CER), y ha sido supervisada por Lord Kerr, presidente adjunto de Royal Dutch Shell y ex jefe del servicio diplomático y consejero «senior» del Chatham House (laboratorio de ideas que incluye los más destacados cerebros del «establishment» diplomático británico). A cargo de la dirección cotidiana del CER ha estado otro británico, Charles Grant, ex editor de defensa del Economist, y actualmente miembro del «Consejo Europeo de Relaciones Exteriores», un laboratorio de ideas europeo -indisimuladamente homólogo del usaco Consejo de Relaciones Exteriores»- repleto de diplomáticos, industriales, profesores, ex primeros ministros y ex-ministros. En su lista de miembros se encuentra el nombre de: «Bassma Codmani (Francia/Siria) – Directora Ejecutiva. Iniciativa de Reforma Árabe». Así pues, la jefa de asuntos exteriores del Consejo Nacional Sirio ha sido seleccionada por un importante brazo del «establishment» occidental de la banca y los servicios de «inteligencia» para dirigir un proyecto sobre Medio Oriente.

Pero no sólo tiene una relación estrecha (como que la señora depende de ellos) de británicos y norteamericanos. Codmani tiene la posición de directora de investigación en la Académie Diplomatique Internationale. La Académie es dirigida por Jean-Claude Cousseran, ex jefe del DGSE – el servicio de inteligencia exterior de Francia. Los franceses no podían faltar en el reparto del control de su antigua colonia.

- Radwan Ziadeh

Otro representante frecuentemente citado es el «segundo jefe» de asuntos exteriores del Consejo Nacional Sirio. Este señor es asociado «senior» del USIP (Instituto de Paz de Estados Unidos), un laboratorio de ideas de Washington financiado por el gobierno federal. El Consejo de Directores del USIP está repleto de ex miembros del departamento de defensa y del Consejo Nacional de Seguridad (su presidente es Richard Solomon, ex consejero de Kissinger en el Consejo Nacional de Seguridad).

En febrero de este año, Ziadeh se sumó a un grupo de halcones de Washington para firmar una carta que llama a Obama a intervenir en Siria; los otros firmantes incluyen a James Woolsey (ex jefe de la CIA), Karl Rove (operador de Bush hijo), Clifford May («Comité sobre el Peligro Actual») y Elizabeth Cheney, ex jefa del Grupo de Operaciones Irán-Siria del Pentágono.

Las conexiones de Ziadeh llegan a Londres. En 2009 fue un asociado visitante en Chatham House y en junio del año pasado apareció en el panel de uno de sus eventos –“Visualizando el futuro político de Siria”– compartiendo una plataforma con otros dos miembros del Consejo Nacional Sirio que señalamos a continuación (Osama Monayed y Nayib Gadbian). En 2008 Ziadeh participó en una reunión de personalidades de la oposición siria en un edificio gubernamental de Washington: una conferencia llamada “Siria en transición”. La reunión fue co-auspiciada por dos organizaciones: una norteamericana (llamada Consejo Democracia) y otra radicada en Gran Bretaña (Movimiento por la Justicia y el Desarrollo -MJD-). Fue un gran día para el MJD: su presidente, Anas Al Abdeh, había viajado a Washington desde Gran Bretaña para el evento, junto con su director de relaciones públicas. Lo que sigue es de la web del MJD: «La conferencia presenció una participación excepcional ya que la sala asignada estaba repleta de invitados del Congreso y del Senado, representantes de centros de estudios, periodistas y expatriados sirios en EE.UU.». Ese evento comenzó con un discurso de James Prince, jefe del Consejo Democracia. Ziadeh estuvo en un panel presidido por Joshua Muravchik (el autor del artículo de opinión «Bombardead Irán»). Sentado junto a Ziadeh en el panel estaba el director de relaciones públicas del MJD: un hombre que ahora se ha convertido en otro portavoz del Consejo Nacional Sirio:

- Osama Monayed
 
Junto a Codmani y Ziadeh, Osama Monayed es uno de los portavoces más importantes del CNS. Hay otros, por supuesto – el CNS es un animal enorme e incluye a la Hermandad Musulmana. La oposición a Al Asad es amplia, pero estas son algunas de las principales voces-. Hay otros voceros oficiales con prolongadas carreras políticas, como George Sabra del Partido Democrático Sirio (Sabra fue detenido y sufrió un prolongado encarcelamiento durante su lucha contra el régimen en Siria). Y existen otras voces opositoras fuera del CNS, como el escritor Michel Kilo, que habla elocuentemente de la violencia que desgarra su país: «Siria está siendo destruida – calle tras calle, ciudad tras ciudad, aldea tras aldea. ¿Qué clase de solución es esta? Todo el país está siendo destruido para que un pequeño grupo se mantenga en el poder».

Pero no cabe duda que el principal cuerpo opositor para Occidente es el CNS, y Codmani, Ziadeh y Monayed lo representan frecuentemente. Monayed aparece a menudo como comentador en canales de noticias de la televisión. Lo vemos en la BBC, hablando desde su buró en Washington. Monayed no dora la píldora en su mensaje: «Vemos cada día en los televisores cómo asesinan civiles y que se mata y asesina a niños, y se viola a mujeres».

Monayed apareció, hace solo algunos días, como bloguero en Huffington Post UK, y explicó largamente: «Por qué el mundo debe intervenir en Siria», pidiendo «ayuda militar directa» y «ayuda militar extranjera». Monayed es consejero del presidente del CNS y, según su biografía en el CNS, «fundador y director de Barada Television», un canal de TV por satélite radicado en Londres. En 2008 unos meses después de asistir a la Conferencia Siria en Transición, Monayed volvió a Washington, invitado a almorzar con George W. Bush, junto con un puñado de otros disidentes favorecidos.

En esos días, en 2008, el departamento de Estado de EE.UU. conocía a Monayed como director de relaciones públicas del Movimiento por Justicia y Desarrollo (MJD) que dirige la lucha por un cambio pacífico y democrático en Siria”.

Miremos más de cerca al MJD. En 2011, el Washington Post publicó unos papeles de WikiLeaks. Esos cables parecen mostrar un considerable flujo de dinero del Departamento de Estado de EE.UU. al MJD. Según el Washington Post: «Barada TV está estrechamente vinculada al Movimiento por Justicia y Desarrollo, una red de exiliados sirios basada en Londres. Cables estadounidenses clasificados muestran que el Departamento de Estado ha enviado hasta seis millones de dólares al grupo desde 2006 para que opere el canal y financiar otras actividades dentro de Siria».

Cuando se le preguntó por el dinero del Departamento de Estado, el propio Monayed dijo que «no podía confirmar» la entrega financiera del Departamento de Estado para Barada TV, pero dijo: «yo no recibí un centavo personalmente». Maliq Al Abdeh, hasta hace muy poco jefe de redacción de Barada TV, insistió: «no tuvimos ningún trato directo con el Departamento de Estado de EE.UU». Pero Maliq Al Abdeh es uno de los fundadores del MJD (el receptor de los 6 millones de dólares del Departamento de Estado, según el cable filtrado). Y es hermano del presidente, Anas Al-Abdeh. Lo que sí admite Maliq al Abdeh es que Barada TV recibe una buena parte de su financiamiento del estadounidense Consejo Democracia, uno de los co-patrocinadores (con el MJD) de la mini conferencia Siria en Transición.

El Consejo Democracia es una típica organización yanqui que distribuye subvenciones en EE.UU., entre ellas dinero del Departamento de Estado. Funciona como sigue: el Consejo Democracia sirve de intermediario administrador de subvenciones entre la «Iniciativa de Cooperación Oriente Medio» del Departamento de Estado y «socios locales» (como Barada TV). Como informa el Washington Post: «Varios cables diplomáticos estadounidenses desde la embajada en Damasco revelan que exiliados sirios recibieron dinero de un programa del Departamento de Estado llamado Iniciativa de Cooperación Medio Oriente. Según los cables, el Departamento de Estado canalizó dinero al grupo exiliado a través del Consejo Democracia».

El mismo informe destaca un cable de 2009 de la embajada de EE.UU. en Siria que dice que el Consejo Democracia recibió 6,3 millones de dólares del Departamento de Estado para un programa relacionado con Siria: la «Iniciativa de Fortalecimiento de la Sociedad Civil». El cable lo describe como «un esfuerzo discreto de colaboración entre el Consejo Democracia y socios locales» orientado a producir, entre otras cosas, «diversos conceptos de emisión». Según el Washington Post: «Otros cables dejan claro que uno de esos conceptos era Barada TV».

- Nayib Gadbian.

Gadbian es miembro del secretariado general del Consejo Nacional Sirio y fue identificado por el Wall Street Journal como un viejo intermediario entre el gobierno de EE.UU. y la oposición siria en el exilio: “Un contacto inicial entre la Casa Blanca y el Frente de Salvación Nacional fue forjado por Nayib Gadbian, un politólogo de la Universidad de Arkansas”. Fue en 2005, el año decisivo.

Gadbian formaba parte del consejo consultivo del Centro Sirio de Estudios Políticos y Estratégicos, una organización radicada en Washington y fundada con Ziadeh.

martes, 24 de julio de 2012

En la derecha el encefalograma es plano

Presentamos algunos extractos particularmente significativos de una entrevista con Alain de Benoist aparecida en el número 118 de la revista francesa Elements, hace ya unos años. Comprobamos que lo señalado por este pensador europeo sobre la degeneración de la derecha en Francia (ya sea «liberal», «estatista» o «tradicional») es perfectamente asimilable a la situación que tenemos en España.

Una derecha anti-intelectual

«Después del asunto Dreyfus, la derecha francesa no ha vuelto a querer demasiado a los intelectuales. El intelec­tual se puede definir como aquel que intenta comprender y hacer comprender. Pero muy a menudo, la derecha no busca el com­prender. Ignora incluso lo que puede ser el trabajo del pensamiento. El resultado es que, hoy en día, la cultura de derecha, prácticamente, ha desaparecido. No sobrevive más que en los cenáculos confidenciales, en las ediciones de margen, en los diarios en los que ella es la única en creer que esos son los verdaderos diarios. El ostracis­mo del que ha po­dido ser objeto no explica nada. No sólo es que Julien Freund, Jules Monnenot, Thierry Maulnier, Sté­phane Lupasco, Fran­çois Perroux, Louis Rougier, Ray­mond Ruyer y tantos otros hayan muerto sin haber sido reem­plazados, sino que la mayor parte de los autores de derecha ya han sido olvidados por aquellos que deberían o podrían invo­carlos...»

«...No se puede más que quedarse sorprendido ante la manera en que la derecha ha perdido el hábito de intervenir en los debates de ideas. Si se toman los cien libros de ideas de los cuales se ha hablado después de medio siglo, se per­cata que prácticamente no se ha publicado una sola línea al respecto. «Eso no interesa, eso no le con­cierne». La de­recha no se inte­resa por ningún autor fuera de sus referencias fetiches, la derecha no discute o no refuta a nin­guno. Incluso no saca beneficio de aquellos que podrían proporcionarle argumentos. En la derecha, en materia de trabajo del pensa­miento, generalmente es el de­sierto de los Tártaros, el encefalograma plano»

Una derecha que no piensa

«La mayor parte de las gentes de derecha no tienen ideas, sino convicciones. Entiéndame, las ideas pueden dar na­cimien­to a las convicciones, y las convicciones se basan en las ideas. Pero ambos términos son diferentes. Las convic­ciones son co­sas en las que se cree y que, puesto que son objeto de una creencia, no podrían ser objeto de cualquier examen crítico. Las convicciones son un sustituto existencial de la fe. Ayudan a vivir, sin que se tenga el deseo de preguntarse sobre su articulación lógica, sobre su valor con respecto a tal o cual contexto o sobre los lími­tes. Se pone un punto de honor al defen­derlas como un pequeño catecismo. La derecha ama más las respuestas que las pregun­tas, sobre todo si son respues­tas hechas...»

«El trabajo del pensamiento implica aprender de sus errores. La actitud de la derecha consiste sobre todo en no reconocerlos jamás, y por tanto a no buscar corregirlos para ir más lejos. De ahí la ausencia de autocrítica y la ausen­cia de debate. La autocrítica es percibida como una debilidad, una inútil conce­sión, si no, incluso, una traición. El debate, puesto que im­plica una contradicción, cambio de argumentos, general­mente se ve como una agresión, como algo que no se debe hacer...»

«...El hombre de derecha marcha en el entusiasmo o en la indignación, hacia la admiración o al disgusto, no en la reflexión. No es reflexivo, sino reactivo. De ahí sus reacciones casi siempre emocionales ante el suceso. Lo que sor­prende es su manera no ingenua, sino incluso pueril, de mantenerse siempre en la superficie de las cosas, en la anéc­dota de la actualidad, de mirar a través del objetivo pequeño de los anteojos, sin remontar jamás las causas verda­deras. Cuan­do se les muestra la luna, muchas gentes de derecha miran al dedo...»

«...Como se interesa poco por las ideas, la derecha tiene tendencia a llevarlo todo, otra vez, sobre las personas. Las querellas de derecha son las querellas de personas, con los mismos chismorreos de siempre, las mismas habla­durías, las mismas imputaciones calumniosas. Del mismo modo, sus enemigos jamás son los sistemas ni verdadera­mente las ideas, sino las categorías de hombres puestos como tantos testaferros»

Una derecha que se equivoca sin cesar de enemigos

«En el fondo, la derecha siempre se ha equivocado de enemigo... en la lucha contra el sistema del dinero, que era su enemigo principal, la derecha jamás ha hecho una prioridad. Primero ha combatido a la República en una época en la que era evidente que la monarquía de derecho divino no volvería nunca más. Después de 1871, se ha lanzado a cuerpo descubierto en la denuncia de los “Boches” (alemanes) lo que le ha llevado, en nombre de la “unión sagrada”, a legitimar la abominable carnicería de 1914-1918, que ha engendrado todos los horrores del siglo XX.»

«A partir de la Primera Guerra Mundial, se ha lanzado en embestida en la lucha contra el comunismo y su “barbarie pagana”. En la época de la Guerra Fría, por temor a ese mismo comunismo, que debería haberlo considerado como un concurrente más que como un enemigo, se solidarizó con un “mundo libre” que consagraba el poder de América, el poder de la burguesía y la dominación mundial del liberalismo depredador, como si los horrores del GULAG justificaran las abominaciones del sistema de la mercancía. Eso le ha llevado a sostener el “atlantismo”, a aprobar la masacre del pueblo vietnami­ta, a solidarizarse con las dictaduras lamentables de los coroneles griegos y de los generales argentinos, pasando por Pinochet y sus “Chicago’s boys”, sin olvidar a los torturadores de la operación Cóndor, especializados en el asesinato de “subversivos” que, en la mayor parte, no pedían otra cosa que justicia social.»

«Cuando el sistema soviético se vino abajo, haciendo posible al mismo tiempo la globalización, los inmigrantes providencialmente han venido a tomar el rol estatutario de la “amenaza”. Confundiendo primero a los inmigrantes con el Islam, des­pués mezclando Islam e islamismo, y al fin el isla­mismo y el terrorismo, reincide actualmente en caer en la islamofobia, paso verdade­ramente suicida y, además, per­fectamente incoherente desde el punto de vista geopolítico.»

miércoles, 18 de julio de 2012

¿Quién está detrás del proyecto de la Tercera Guerra Mundial?

por Geidar Dzhemal 

19 de mayo de 2012, www.odnako.org 

Uno de los temas más interesantes que preocupa, por igual, tanto a los analistas “políticamente correctos” oficiales, como a los “conspirólogos” marginales, es el de quién sale beneficiado del proceso político mundial. En otras palabras ¿quién gana, en última instancia, con la intriga histórica que se desarrolla ante nuestros propios ojos? O, formulándolo con más precisión: ¿quién tiene la “responsabilidad penal” de empujar la civilización contemporánea hacia el desastre, y quien, por lo tanto, está interesado en este desastre? 

A este respecto existen multitud de mitos muy extendidos; más, particularmente, sobre la familia Bush y la banda de los “neocones”, que se han convertido en el arquetipo de los criminales del siglo XXI. Ellos idearon y llevaron a cabo los más impresionantes crímenes políticos de nuestro tiempo. Ciertamente hay que hablar del 11 de septiembre, sobre cuya autoría ya sólo los observadores "más comprometidos" siguen defendiendo la versión oficial; el ataque contra Afganistán, que como se ha sabido, fue planeado antes del 11 de septiembre, debido a la negativa de los talibanes de permitir la construcción de un gasoducto a través de su territorio que arrancaba en el Mar Caspio; la invasión de Iraq, acompañada del descarado engaño de la “comunidad internacional”, muy pronto desmentido por los hechos; interminables delitos contra las personas, como los secuestros y encarcelamientos en las prisiones secretas de miles de personas en todo el mundo, así como la supresión de las últimas garantías de inviolabilidad personal para los propios ciudadanos de los Estados Unidos… etc. 

¿Pero en el nombre de qué objetivo cometían los “neocones”, encabezados por el presidente Bush (que a ratos, y con razón, despertaba las dudas acerca de su estado mental), todas estas acciones, sin duda delictivas? Su objetivo consistía en mantener y desarrollar un mundo unipolar a imitación del Imperio Romano en el período de su máximo esplendor militar-administrativo. Para los “neocones” el ideal consistía en el ultrapoderoso imperio nacional-patriótico, que elimina a todos los competidores potenciales, suprime cualquier oposición a su voluntad en todas las regiones del mundo y se impone como árbitro, como la última instancia que toma las decisiones finales. 

Semejante objetivo exige mantener muchas “guerras pequeñas”, que habían sido planeadas por la Administración Bush, hecho que está atestiguado por las múltiples filtraciones de los documentos secretos, y de las elaboraciones analíticas reveladas. La Casa Blanca republicana planeaba realizar ataques, como mínimo, contra siete países, entre los que, además de Iraq y Afganistán, figuraban Venezuela, Corea del Norte, Somalia, Sudán y Siria. El imperio no tuvo suficientes recursos, ni tiempo, ni apoyo de sus aliados. Sin embargo, hay que reconocer que todo este bandidaje internacional no nos lleva a la Tercera Guerra Mundial; aunque parezca paradójico, todo esto representa, más bien, un intento, mediante los métodos criminales, de evitar esa guerra mundial, es decir, perseguir el mismo gran objetivo a través de una serie de conflictos regionales. 

Guerra mundial implica el cambio del orden mundial, la sustitución del modelo tecnológico actual por otro, la transformación radical de la fachada política de la dirección de los asuntos mundiales. Es lo que sucedió después de la Primera Guerra mundial, y todavía más después de la Segunda… Pero si los “neocones” hubieran conseguido su objetivo de crear el Gran Oriente Próximo, liquidar los focos de resistencia a su voluntad en el sureste de Asia y América del Sur y neutralizar de raíz el antiamericanismo en Europa -según pensaban los estrategas de Bush- todo esto hubiera evitado la guerra total, pues hubiera eliminado los antecedentes para ella. 

Pues el superobjetivo del imperio americano es la eliminación de los centros de fuerza potenciales capaces de desafiar la hegemonía de Wáshington. 

Por otro lado, la comunidad internacional constata que, en esencia, los adversarios de Bush -los demócratas-, no se oponen a un cuadro multipolar de la organización mundial. Aunque se ha confiado, en diversas partes, darle voz a este cuadro multipolar: en primer lugar, a Rusia y a China, pero también a Irán, y a países de menor calibre como Venezuela y Cuba, con el asentimiento silencioso de los europeos que siguen pensando en clave nacional. Incluso aquellos europeos que optaron por Bruselas y la unidad europea, y ven en esta Unión Europea no simplemente la continuación de los EE.UU., sino algo así como el segundo polo del atlantismo… 

¡Pero si precisamente hasta ahora, y con toda lógica, la multipolaridad sirvió como base para los conflictos mundiales! 

Las condiciones tradicionales para desatar grandes guerras son, justamente, la ausencia del árbitro mundial y el precario equilibrio entre los centros de fuerza o de agrupaciones territoriales -como fueron la Entente o la Alianza Tripartita-. Recordemos que en los tiempos del esplendor de Roma, ésta mantenía -como sigue el ejemplo norteamericano actual- múltiples “pequeñas” guerras coloniales, por ejemplo en Galia, en Judea, contra los partos, etc. La última gran guerra que sostuvo Roma fue cuando ésta y Cartago eran dos centros equivalentes de la ecúmene mediterránea. Luego, con el derrumbe de la antigüedad policéntrica, la historia, de nuevo, transcurrió determinada por las guerras entre Bizancio y Persia -un sistema bipolar-, que recuerda la lucha entre el campo capitalista y el bando soviético en el siglo XX. 

¿Entonces es el Partido Demócrata de los EE.UU. el “manager” conspirológico que prepara la guerra mundial? En cierto sentido, con toda la agudeza del problema así formulado, habría que contestar: ¡”sí”! Pero únicamente debido a que el Partido Demócrata es, tan sólo, un instrumento subordinado de otra fuerza, que es totalmente la responsable de la futura guerra. 

El orden mundial de hoy se caracteriza por una aguda lucha entre dos tipos de burocracia. Por un lado están las burocracias nacionales, que intentan defender el viejo principio clásico del estado nacional, el principio de la soberanía nacional, el derecho internacional tradicional, cuyo principal sujeto es el gobierno nacional como un jugador independiente, que actúa en el escenario mundial en nombre del pueblo que “lo ha elegido”. 

La posición de estos actores soberanos empeora rápidamente porque, por otro lado, existe la burocracia internacional, que en actualidad tiene mucho más éxito. Ésta no depende del electorado nacional, ella misma inventa las reglas de juego internacionales, no se debe romper la cabeza con el presupuesto nacional, no rinde cuentas de sus gastos, no tiene delante a la desagradable oposición en forma de partidos políticos y políticos públicos, que continuamente cogen a los burócratas nacionales in fraganti en los casos de corrupción. Los mismos partidos políticos nacionales que acusan de corrupción al adversario interior no se atreven a levantar la voz contra la burocracia internacional. Se trata de las estructuras como el funcionariado corporativo de la Unión Europea (el famoso "Bruselas"), la ONU con todas sus ramificaciones, incluida UNESCO, y a continuación todas las filiales de las estructuras controladas de formato regional tipo Liga de los Estados Árabes… 

La particularidad de los EE.UU. consiste que en el momento actual su burocracia nacional está representada por el Partido republicano y los intereses de la burocracia internacional por el Partido Demócrata. La burocracia está estructurada de tal manera que como corporación necesariamente debe tener un dueño. No puede actuar como una fuerza independiente autónoma. 

La burocracia internacional no es una excepción. Por supuesto, está relacionada con las corporaciones multinacionales, así como con la delincuencia internacional y las estructuras mafiosas globales, formando, de esta manera, una especie de tríada: burocracia “legal”, estructuras financiero-industriales que están por encima de la ley, y organizaciones internacionales ilegales estructuradas como redes. A ello habría que añadir el cuarto elemento de apoyo: las organizaciones no gubernamentales -fondos internacionales de todo tipo-, donde se acumulan y “se lavan” los ingresos negros de las mafias y corporaciones. 

Todos estos componentes tienen un solo dueño -la simbiosis de los clericales y la vieja nobleza tradicional (o, como solían decir antaño, “aristocracia e iglesia”)-. En su día, la alianza mundial monárquico-clerical desató la Primera Guerra Mundial, aprovechando para ello las estructuras liberal-mercantiles y la democracia electoral como fachada con sus partidos políticos y demás elementos de la naciente “sociedad civil”. El objetivo secreto de aquella guerra consistía en la colosal movilización de los recursos humanos de los imperios de entonces, la creación del nuevo modelo tecnológico y el paso al gobierno mundial de los monarcas-parientes con la eliminación de las democracias parlamentarias, partidos, y también las ambiciones políticas del gran business como responsables de la matanza fratricida. 

Pero en aquella ocasión la situación se escapó del control, y en lugar de la eliminación de la fachada liberal de Occidente, la empresa terminó con la desaparición de varios grandes imperios -II Reich, Austro-Húngaro, Otomano y Ruso-. Pero independientemente de lo que piensa el hombre corriente idiotizado por los medios de comunicación liberales, la clase que mantenía el mundo bajo su control durante varios siglos, no se ha disuelto ni se ha convertido en los divertidos payasos que viven en la crónica de la alta sociedad. Precisamente este superclub, apoyándose en el sistema financiero-especulativo de la economía actual, que a su vez cuenta con la protección de la burocracia internacional, arruina y chantajea hoy un país tras otro, incluidos a algunos países europeos, y no de los últimos. 

Para completar el cuadro cabe añadir que los dueños de las burocracias nacionales a lo largo de la vida de las últimas generaciones fueron los liberales clásicos que, parecían, habían triunfado completamente después de 1945, con la llegada de los ocupantes norteamericanos al suelo europeo. No menos de veinte años tardaron las viejas élites tradicionales para recuperarse de aquel golpe, asestado conjuntamente por los EE.UU. y la URSS. Pues hacia 1970 el "Club Tradicionalista" pasó a la contraofensiva. Peldaños que marcaron la restauración del poder del “antiguo régimen” (como se referían a la monarquía en tiempos de los jacobinos) fueron la llegada a la política de los neoliberales-usureros, el movimiento de masas antiamericano en Europa, la derrota de los EE.UU. en Vietnam, la debacle de Nixon y el comienzo del fin del proyecto republicano, el programa de la creación en el territorio europeo de múltiples diásporas poscoloniales, el triunfo del movimiento ecologista y muchos más. Casi todo en este conjunto es hoy un material trillado. El "Club Tradicionalista" necesita ahora dos cataclismos sistemáticos: guerra mundial en Asia y la explosión social, con el posterior paso a la guerra civil controlada, en Occidente. 

Son las condiciones necesarias para el paso al orden mundial posconsumista, en el que la esclavitud informática y el exterminio biológico de la humanidad sobrante serán los elementos esenciales del Sistema.

(Traducción directa del ruso por Arturo Marián Llanos )