Presentamos
algunos extractos particularmente significativos de una entrevista con
Alain de Benoist aparecida en el número 118 de la revista francesa
Elements, hace ya unos años. Comprobamos que lo señalado por este
pensador europeo sobre la degeneración de la derecha en Francia (ya sea
«liberal», «estatista» o «tradicional») es perfectamente asimilable a la
situación que tenemos en España.
Una derecha anti-intelectual
«Después
del asunto Dreyfus, la derecha francesa no ha vuelto a querer demasiado
a los intelectuales. El intelectual se puede definir como aquel que
intenta comprender y hacer comprender. Pero muy a menudo, la derecha no
busca el comprender. Ignora incluso lo que puede ser el trabajo del
pensamiento. El resultado es que, hoy en día, la cultura de derecha,
prácticamente, ha desaparecido. No sobrevive más que en los cenáculos
confidenciales, en las ediciones de margen, en los diarios en los que
ella es la única en creer que esos son los verdaderos diarios. El
ostracismo del que ha podido ser objeto no explica nada. No sólo es
que Julien Freund, Jules Monnenot, Thierry Maulnier, Stéphane Lupasco,
François Perroux, Louis Rougier, Raymond Ruyer y tantos otros hayan
muerto sin haber sido reemplazados, sino que la mayor parte de los
autores de derecha ya han sido olvidados por aquellos que deberían o
podrían invocarlos...»
«...No
se puede más que quedarse sorprendido ante la manera en que la derecha
ha perdido el hábito de intervenir en los debates de ideas. Si se toman
los cien libros de ideas de los cuales se ha hablado después de medio
siglo, se percata que prácticamente no se ha publicado una sola línea
al respecto. «Eso no interesa, eso no le concierne». La derecha no se
interesa por ningún autor fuera de sus referencias fetiches, la derecha
no discute o no refuta a ninguno. Incluso no saca beneficio de
aquellos que podrían proporcionarle argumentos. En la derecha, en
materia de trabajo del pensamiento, generalmente es el desierto de los
Tártaros, el encefalograma plano»
Una derecha que no piensa
«La
mayor parte de las gentes de derecha no tienen ideas, sino
convicciones. Entiéndame, las ideas pueden dar nacimiento a las
convicciones, y las convicciones se basan en las ideas. Pero ambos
términos son diferentes. Las convicciones son cosas en las que se cree
y que, puesto que son objeto de una creencia, no podrían ser objeto de
cualquier examen crítico. Las convicciones son un sustituto existencial
de la fe. Ayudan a vivir, sin que se tenga el deseo de preguntarse sobre
su articulación lógica, sobre su valor con respecto a tal o cual
contexto o sobre los límites. Se pone un punto de honor al defenderlas
como un pequeño catecismo. La derecha ama más las respuestas que las
preguntas, sobre todo si son respuestas hechas...»
«El
trabajo del pensamiento implica aprender de sus errores. La actitud de
la derecha consiste sobre todo en no reconocerlos jamás, y por tanto a
no buscar corregirlos para ir más lejos. De ahí la ausencia de
autocrítica y la ausencia de debate. La autocrítica es percibida como
una debilidad, una inútil concesión, si no, incluso, una traición. El
debate, puesto que implica una contradicción, cambio de argumentos,
generalmente se ve como una agresión, como algo que no se debe
hacer...»
«...El
hombre de derecha marcha en el entusiasmo o en la indignación, hacia la
admiración o al disgusto, no en la reflexión. No es reflexivo, sino
reactivo. De ahí sus reacciones casi siempre emocionales ante el suceso.
Lo que sorprende es su manera no ingenua, sino incluso pueril, de
mantenerse siempre en la superficie de las cosas, en la anécdota de la
actualidad, de mirar a través del objetivo pequeño de los anteojos, sin
remontar jamás las causas verdaderas. Cuando se les muestra la luna,
muchas gentes de derecha miran al dedo...»
«...Como
se interesa poco por las ideas, la derecha tiene tendencia a llevarlo
todo, otra vez, sobre las personas. Las querellas de derecha son las
querellas de personas, con los mismos chismorreos de siempre, las mismas
habladurías, las mismas imputaciones calumniosas. Del mismo modo, sus
enemigos jamás son los sistemas ni verdaderamente las ideas, sino las
categorías de hombres puestos como tantos testaferros»
Una derecha que se equivoca sin cesar de enemigos
«En
el fondo, la derecha siempre se ha equivocado de enemigo... en la lucha
contra el sistema del dinero, que era su enemigo principal, la derecha
jamás ha hecho una prioridad. Primero ha combatido a la República en una
época en la que era evidente que la monarquía de derecho divino no
volvería nunca más. Después de 1871, se ha lanzado a cuerpo descubierto
en la denuncia de los “Boches” (alemanes) lo que le ha llevado, en
nombre de la “unión sagrada”, a legitimar la abominable carnicería de
1914-1918, que ha engendrado todos los horrores del siglo XX.»
«A
partir de la Primera Guerra Mundial, se ha lanzado en embestida en la
lucha contra el comunismo y su “barbarie pagana”. En la época de la
Guerra Fría, por temor a ese mismo comunismo, que debería haberlo
considerado como un concurrente más que como un enemigo, se solidarizó
con un “mundo libre” que consagraba el poder de América, el poder de la
burguesía y la dominación mundial del liberalismo depredador, como si
los horrores del GULAG justificaran las abominaciones del sistema de la
mercancía. Eso le ha llevado a sostener el “atlantismo”, a aprobar la
masacre del pueblo vietnamita, a solidarizarse con las dictaduras
lamentables de los coroneles griegos y de los generales argentinos,
pasando por Pinochet y sus “Chicago’s boys”, sin olvidar a los
torturadores de la operación Cóndor, especializados en el
asesinato de “subversivos” que, en la mayor parte, no pedían otra cosa
que justicia social.»
«Cuando
el sistema soviético se vino abajo, haciendo posible al mismo tiempo la
globalización, los inmigrantes providencialmente han venido a tomar el
rol estatutario de la “amenaza”. Confundiendo primero a los inmigrantes
con el Islam, después mezclando Islam e islamismo, y al fin el
islamismo y el terrorismo, reincide actualmente en caer en la
islamofobia, paso verdaderamente suicida y, además, perfectamente
incoherente desde el punto de vista geopolítico.»