martes, 24 de julio de 2012

En la derecha el encefalograma es plano

Presentamos algunos extractos particularmente significativos de una entrevista con Alain de Benoist aparecida en el número 118 de la revista francesa Elements, hace ya unos años. Comprobamos que lo señalado por este pensador europeo sobre la degeneración de la derecha en Francia (ya sea «liberal», «estatista» o «tradicional») es perfectamente asimilable a la situación que tenemos en España.

Una derecha anti-intelectual

«Después del asunto Dreyfus, la derecha francesa no ha vuelto a querer demasiado a los intelectuales. El intelec­tual se puede definir como aquel que intenta comprender y hacer comprender. Pero muy a menudo, la derecha no busca el com­prender. Ignora incluso lo que puede ser el trabajo del pensamiento. El resultado es que, hoy en día, la cultura de derecha, prácticamente, ha desaparecido. No sobrevive más que en los cenáculos confidenciales, en las ediciones de margen, en los diarios en los que ella es la única en creer que esos son los verdaderos diarios. El ostracis­mo del que ha po­dido ser objeto no explica nada. No sólo es que Julien Freund, Jules Monnenot, Thierry Maulnier, Sté­phane Lupasco, Fran­çois Perroux, Louis Rougier, Ray­mond Ruyer y tantos otros hayan muerto sin haber sido reem­plazados, sino que la mayor parte de los autores de derecha ya han sido olvidados por aquellos que deberían o podrían invo­carlos...»

«...No se puede más que quedarse sorprendido ante la manera en que la derecha ha perdido el hábito de intervenir en los debates de ideas. Si se toman los cien libros de ideas de los cuales se ha hablado después de medio siglo, se per­cata que prácticamente no se ha publicado una sola línea al respecto. «Eso no interesa, eso no le con­cierne». La de­recha no se inte­resa por ningún autor fuera de sus referencias fetiches, la derecha no discute o no refuta a nin­guno. Incluso no saca beneficio de aquellos que podrían proporcionarle argumentos. En la derecha, en materia de trabajo del pensa­miento, generalmente es el de­sierto de los Tártaros, el encefalograma plano»

Una derecha que no piensa

«La mayor parte de las gentes de derecha no tienen ideas, sino convicciones. Entiéndame, las ideas pueden dar na­cimien­to a las convicciones, y las convicciones se basan en las ideas. Pero ambos términos son diferentes. Las convic­ciones son co­sas en las que se cree y que, puesto que son objeto de una creencia, no podrían ser objeto de cualquier examen crítico. Las convicciones son un sustituto existencial de la fe. Ayudan a vivir, sin que se tenga el deseo de preguntarse sobre su articulación lógica, sobre su valor con respecto a tal o cual contexto o sobre los lími­tes. Se pone un punto de honor al defen­derlas como un pequeño catecismo. La derecha ama más las respuestas que las pregun­tas, sobre todo si son respues­tas hechas...»

«El trabajo del pensamiento implica aprender de sus errores. La actitud de la derecha consiste sobre todo en no reconocerlos jamás, y por tanto a no buscar corregirlos para ir más lejos. De ahí la ausencia de autocrítica y la ausen­cia de debate. La autocrítica es percibida como una debilidad, una inútil conce­sión, si no, incluso, una traición. El debate, puesto que im­plica una contradicción, cambio de argumentos, general­mente se ve como una agresión, como algo que no se debe hacer...»

«...El hombre de derecha marcha en el entusiasmo o en la indignación, hacia la admiración o al disgusto, no en la reflexión. No es reflexivo, sino reactivo. De ahí sus reacciones casi siempre emocionales ante el suceso. Lo que sor­prende es su manera no ingenua, sino incluso pueril, de mantenerse siempre en la superficie de las cosas, en la anéc­dota de la actualidad, de mirar a través del objetivo pequeño de los anteojos, sin remontar jamás las causas verda­deras. Cuan­do se les muestra la luna, muchas gentes de derecha miran al dedo...»

«...Como se interesa poco por las ideas, la derecha tiene tendencia a llevarlo todo, otra vez, sobre las personas. Las querellas de derecha son las querellas de personas, con los mismos chismorreos de siempre, las mismas habla­durías, las mismas imputaciones calumniosas. Del mismo modo, sus enemigos jamás son los sistemas ni verdadera­mente las ideas, sino las categorías de hombres puestos como tantos testaferros»

Una derecha que se equivoca sin cesar de enemigos

«En el fondo, la derecha siempre se ha equivocado de enemigo... en la lucha contra el sistema del dinero, que era su enemigo principal, la derecha jamás ha hecho una prioridad. Primero ha combatido a la República en una época en la que era evidente que la monarquía de derecho divino no volvería nunca más. Después de 1871, se ha lanzado a cuerpo descubierto en la denuncia de los “Boches” (alemanes) lo que le ha llevado, en nombre de la “unión sagrada”, a legitimar la abominable carnicería de 1914-1918, que ha engendrado todos los horrores del siglo XX.»

«A partir de la Primera Guerra Mundial, se ha lanzado en embestida en la lucha contra el comunismo y su “barbarie pagana”. En la época de la Guerra Fría, por temor a ese mismo comunismo, que debería haberlo considerado como un concurrente más que como un enemigo, se solidarizó con un “mundo libre” que consagraba el poder de América, el poder de la burguesía y la dominación mundial del liberalismo depredador, como si los horrores del GULAG justificaran las abominaciones del sistema de la mercancía. Eso le ha llevado a sostener el “atlantismo”, a aprobar la masacre del pueblo vietnami­ta, a solidarizarse con las dictaduras lamentables de los coroneles griegos y de los generales argentinos, pasando por Pinochet y sus “Chicago’s boys”, sin olvidar a los torturadores de la operación Cóndor, especializados en el asesinato de “subversivos” que, en la mayor parte, no pedían otra cosa que justicia social.»

«Cuando el sistema soviético se vino abajo, haciendo posible al mismo tiempo la globalización, los inmigrantes providencialmente han venido a tomar el rol estatutario de la “amenaza”. Confundiendo primero a los inmigrantes con el Islam, des­pués mezclando Islam e islamismo, y al fin el isla­mismo y el terrorismo, reincide actualmente en caer en la islamofobia, paso verdade­ramente suicida y, además, per­fectamente incoherente desde el punto de vista geopolítico.»