domingo, 26 de septiembre de 2010

Frente a las reformas laborales que cargan sobre los trabajadores la crisis provocada por los capitalistas ¡Unidad y resistencia en la Huelga General!

El Gobierno de Rodríguez Zapatero -un «rojo radical amigo de Chávez» según lo presentaba la prensa derechista «sin complejos»-, ha empezado a perpetrar las reformas neoliberales y recortes antisociales que, en estos últimos años, le han venido exigiendo la CEOE, el Banco de España y los batallones de economistas y comentaristas que copan las tertulias de radio y televisión. Cierto es que Zapatero dio finalmente el paso convencido por Obama, Sarkozy y Mérkel, pues parece que el inglés, el francés y el alemán son idiomas más apropiados que el caste­llano para que la izquierda progre­sista de «este país» acepte definitivamente el «hecho inevi­table» de que la salida a la crisis pro­voca­da por los financieros será a costa de los trabajadores. El líder del PSOE sale con­ver­tido con tal furia que hasta Esperanza Aguirre le da la bienveni­da a la «ortodoxia liberal».

Hace dos años, con el rescate público de gran­des bancos de inversión y compañías de segu­ros hundidas a conse­cuencia del des­ma­dre especu­lativo animado por las políticas de desre­gulación financiera, los especuladores parecían haber quedado avergonzados y los mismos diri­gentes atlánticos nos anunciaron la necesidad de «refun­dir» el ca­pitalis­mo. Unos cuantos ad­vertimos que esperar un capitalismo rectificado a sí mismo era estúpido. El rescate público de sociedades especuladoras en quiebra representaba un pa­réntesis intervencionista en la «economía de libre mercado» que aplicaba la medida, ya clási­ca, de sociali­zar com­pañías cuando sus capitalistas tienen pérdidas, y devolvérselas cuando obtienen benefi­cios.

Pero tal operación era más perversa aún: aquel intervencionismo para salvar a los especula­dores tenía el objeto de endeudar más a los estados para que los propios merca­deres de ca­pital compraran esa deuda, y así poder luego determinar la política económica y social de las na­ciones. Las medidas impulsadas por el gobierno de nuestra nación y aproba­das por las Cortes ge­nerales con­firman que siguen las direc­trices de las finan­zas internacionales.

Con la reforma laboral se agilizan y abaratan los despidos. Una primera fórmula con­templa que cualquier «situación económica negativa» -donde cabe una momentánea caída de la fac­tura­ción, o una simple depreciación de los activos- sirva para que el despido impro­cedente comporte una indemni­zación de apenas 20 días por año. Una segunda fórmula con­siste en universalizar el contrato fijo con indemnización de 33 días con un máximo de 24 mensualida­des, frente a los 45 ordinarios con un máximo de 42 mensualidades. Encima, el despido sale más fácil y barato gracias a la financiación pública de parte de sus costes. Con la excusa de frenar la temporalidad -la más alta de la UE-, los contratos indefinidos ya no serán sinónimo de estabilidad, sino un nuevo contrato de «o aceptas nuevos abusos laborales o a la calle».

Además de reducir el salario de los em­pleados del estado, y de contraer drásticamente los presupuestos de Fomento desti­na­dos a obras públi­cas, se reduce la tasa de reposición de empleos públicos para proceder, no sólo a la privati­zación parcial de los servicios, sino a que sean empresas de empleo temporal quienes vayan sustituyendo los puestos de trabajo va­cantes. Para estas contratas privadas no importa la capacidad, sino sólo cuánto está el asa­lariado dispuesto a dejar de cobrar y hacer horas de más. Asimismo, se anuncia el alargamiento forzoso de la edad de jubilación y el aumento de la base para el cálculo de la pensión a veinte años, a lo que se añade la actual congelación de las pen­siones.

Pero siendo todo esto muy grave, lo peor es que se procede al desconyuntamiento completo de los derechos laborales del trabajador español: por lo pronto, el gobierno y las cortes genera­les han abierto la posibilidad de que las empresas se descuelguen de los conve­nios colectivos.

Ante esta ofensiva brutal no valen excusas para no movilizarse. Alegar que la huelga gene­ral tenía que haberse celebrado antes para no secundar la que, por fin, se convoca este 29 de septiembre, es un pretexto pueril. Recordar ahora que los sindicatos mayores -UGT y CCOO- son corruptos, ineficaces y subsidiados, justo en el momento en que se han visto arrastrados por sus bases a convocar la huelga, y hacerlo para no movilizarse, refle­ja, en el mejor de los casos, dejarse atrapar por filas y fobias particulares y olvidarse del verdadero desafío que actualmente se disputa, cuando no, sencillamente, estar a favor de intensificar los abusos y miserias so­bre los asalariados, parados y pen­sionistas. Lo que nos debe im­portar es que trabajadores y jubilados to­men conciencia, se atrevan a movilizarse y luchen por sus dere­chos reales, no dividirse por causa de quien ha convo­cado la huelga. Decir que la huelga general no sirve para nada denota la típica actitud de los que esperan milagros o efectos instantáneos. Señalar que la huelga es insuficiente, para seguir sin hacer nada, es otra excusa miserable. Roma no se hizo en un día. Todas estas excusas llevan a lo mismo: a secundar la actitud de quienes se muestran de acuerdo con que la crisis provocada por los espe­culadores tengan que pagarla los trabajadores.

Prácticamente todos los medios escritos, radiofónicos y audiovisuales -locales y nacionales- han cerrado filas en torno a gobierno y oposición en contra de la huelga general. Arremeten contra los trabajadores porque no aceptan servicios mínimos que significarían reven­tar la huelga y hundir un derecho fundamental. Descalifican a los sindi­ca­tos por subvencionados, cuando esa prensa se halla aún más subvencio­nada que los sindi­catos. Tergiversan cuando dicen que la reforma «socava el papel de los grandes sindicatos en los convenios colectivos», pues lo que hace la reforma laboral es so­cavar los propios convenios co­lectivos y el papel de cual­quier tipo de sindicato. Asimismo, la prensa del régimen lanza una campaña histérica de crimi­nali­zación de los huelguistas al hablar de «pi­que­tes salvajes» y acusarlos de terro­ristas, cuando los auténticos terroristas son los pa­tronos que amenazan con despedir a quienes vayan a la huelga sin presencia de piquetes. Una vez más, constatamos que la prensa del ré­gimen -tanto la neoconservadora como la pro­gre­sista, tanto la centralista como la nacionalista periférica- conforma cuerpos de un único Ejército Represivo: no son medios al servicio del público, sino que son portavoces de quien realmente les paga: los capitalistas.

Hemos de ser conscientes de la amplitud social e histórica del desafío actual y, en consecuencia, ser responsables y aportar a la realidad militante de este País un esfuerzo consciente y radical real. Por tanto, nos solidarizamos con esta huelga general, con sus justas reivindicaciones y denuncias, y apoyamos decididamente la movilización total frente al Régimen estatal y al Sistema liberal-capitalista.

No en defensa de los intereses particulares, sectoriales, corporativos, o de clase, sino por los intereses generales de la Nación, por el bien común y posible, por la defensa del Estado Social, de nuestro futuro y de nuestro pueblo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Ante los graves sucesos ocurridos en El Aiún

 Denunciamos la doble moral de la clase política española ante los graves sucesos ocurridos en El Aiún el pasado fin de semana, donde un grupo de activistas españoles se manifestaban a favor de los derechos del pueblo saharaui y fueron agredidos por elementos paramilitares y la misma policía del Reino de Marruecos.
  • Es hora que la nación se entere realmente de lo que está pasando en la antigua provincia del Sáhara Occidental, ocupada por Marruecos tras su entrega por el Rey Juan Carlos I con el único objeto de consolidar su trono, y de la traición continua y reiterada de todos los gobiernos de la monarquía desde los presididos por Adolfo Suarez hasta el actual de Rodríguez Zapatero.
  • Es hora de recordar que existe una resolución de la ONU que obliga a España a realizar el referéndum a través del cual el pueblo saharaui pueda decidir su futuro. 
  • Es hora de recordar que decenas de miles de saharauis malviven, desde 1976, en campos de refugiados.
  • Es hora de recordar que ningún juez español ha denunciado ante los tribunales a ninguna autoridad, ni marroquí ni española, por crimenes contra la humanidad cometidos sobre el pueblo saharaui.
  • Es hora de denunciar la vulneración del Derecho Internacional que, continuamente, se practica desde la Unión Europea (sobre  todo por parte de Francia) al reconocer de facto la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, cuando la misma ONU no reconoce esa soberanía.
Por todo ello pedimos: 
Que se convoque al embajador español en Rabat y el cierre de todas las oficinas diplomáticas del Reino de Marruecos en España. 
 
Que se proceda a la ruptura tanto de los acuerdos sobre migración, que justifican los brutales abusos cometidos por la policía de Marruecos contra los inmigrantes ilegales, como aquellos sobre terrorismo, que sirven para favorecer la represión política del régimen contra la oposición, tanto saharaui como marroquí. Si el poder alauita responde con represalias, pediremos el cierre del espacio aéreo español a la compañía aérea real marroquí. 
 
El Proyecto M 20 no cae en la hipocresía chauvinista: la ciudadanía española debe movilizarse tanto para exigir la retirada de Marruecos del Sahara Occidental, como para pedir el enjuiciamiento en nuestro país de todos los responsables españoles que han colaborado en el sufrimiento del pueblo saharaui desde el deshonroso abandono de 1976.